El gorjeo o balbuceo
La
actividad del gorjeo o lalación aparece a veces desde el primer mes
de edad del niño, y contribuye a la organización progresiva, y cada
vez más fina, de los mecanismos de producción de sonidos. Se trata
de sonidos preferentemente vocálicos, indiferenciados, con tendencia
a su mayor articulación.
Estos
sonidos a veces son respuesta a estímulos somáticos, visuales o
acústicos. Pero a menudo se producen espontáneamente, y hasta
los emite el niño en estado de reposo.
A
partir de los dos meses, los gorjeos del niño pueden responder a
veces a palabras de la madre, con lo cual se establece una especie de
diálogo.
El
gorjeo sigue siendo, no obstante, una manifestación prelingüística
que utiliza los órganos de la voz para vibraciones, gargarismos,
chasquidos, sonidos silbantes... Si no constituyen un lenguaje, mucho
menos pude pensarse que formen parte de una lengua.
El
hecho de que los produzcan también los niños sordos deja claro que
no están provocados necesariamente por estímulos auditivos.
Producción
de sonidos prelingüísticos:
Etapa
1ª:
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De
0 a 8 semanas:
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gritos
reflejos y sonidos vegetativos.
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Etapa
2ª:
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De
8 a 20 semanas:
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gorjeos,
arrullos y sonrisas.
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Etapa
3ª:
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De
16 a 30 semanas:
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juegos
vocálicos.
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Etapa
4ª:
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De
25 a 30 semanas:
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balbuceo
reduplicativo.
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Etapa
5ª:
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De
36 a 72 semanas:
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balbuceo
no reduplicativo y jerga expresiva.
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El primer lenguaje
El
primer lenguaje abarca dos aspectos distintos:
-
la comprensión pasiva,
-
la expresión activa.
Es
evidente que la comprensión es anterior a la expresión.
Precisamente la comprensión pasiva resulta más difícilmente
evaluable. Para conseguir su evaluación, siempre imprecisa, hemos de
servirnos de conjeturas y de testimonios extralingüísticos. Así
podemos observar que el niño sonríe, palmea o se agita alegremente
ante determinadas palabras o frases. En consecuencia interpretamos
estas reacciones como que el niño entiende, o tal vez recuerda, o
quizá se le provoca un reflejo condicionado.
Para
algunos, en estos contactos, el niño capta un material sonoro que va
acumulando y que constituye sus futuras primeras palabras cuando
pueda convertirlo en material articulado. Sus emisiones no se
producen inmediatamente.
Al
contrario, parece ser que en muchos niños las primeras palabras van
precedidas de un período de silencio. El gorjeo o balbuceo queda
recortado o se limita a los juegos de acostarse y
levantarse, y se prolonga incluso durante el sueño.
Durante
este período de mutismo el niño reduce, con toda probabilidad, la
amplísima gama de sonidos propia del período de lalación, para
centrarse en sus esfuerzos en los grupos fonéticos propios de la
lengua materna.
Estos
fenómenos se producen paralela y simultáneamente a la aparición de
las primeras palabras.
La
síntesis entre el sonido y el significado de las palabras supone un
fenómeno muy complejo, y para PIAGET se realiza gracias a la
facultad de representación, inmersa en el juego simbólico.
A
los 12 meses el niño puede conocer de 5 a 10 palabras a las que
atribuye un sentido impreciso y global. A los 2 años su vocabulario
puede alcanzar ya 200 palabras. A los 2 años y medio, unas 400; y a
los 3, ya ronda el millar. Para poseer entre 2.000 y 3.000 a los seis
años.
El
niño progresa en el desarrollo y adquisición del lenguaje, no por
simple adquisición de estructuras cada vez más complejas, sino en
virtud de la comprensión del medio.
Análisis de la adquisición del lenguaje
Podemos
decir que el lenguaje tal y como nosotros lo percibimos es el
resultado de la implicación y simultaneidad de cuatro organizaciones
distintas que corresponden a otros tantos componentes del mismo.
Según esto podríamos hablar de:
-
organización fonológica,
-
organización léxico-semántica,
-
organización morfosintáctica,
-
organización psicoafectiva.
Los
componentes del lenguaje están en íntima interdependencia y actúan
simultáneamente o por medio de procesos no bien definidos que los
hacen inseparables.
La adquisición del vocabulario
La
etapa de las primeras palabras se inicia entre los nueve y los
catorce meses. En ella convergen los procesos de percepción y
producción fonológicas a los que se superponen la función
expresiva y la función referencial propias de la organización
léxico-semántica. Y también en esta fase hay que distinguir la
comprensión, que precede, y la expresión de las palabras.
En
la adquisición del vocabulario aparecen en primer lugar los
sustantivos y las interjecciones; los primeros como designación de
personas (papá, mamá) y objetos del entorno; las interjecciones, en
cambio, como elemento que recuerda el grito con función apelativa.
Hacia
los quince meses aparecen los primeros verbos, y hacia los
veinte, los adjetivos y los pronombres. A causa de la aparición de
los sustantivos como palabras-frase, con frecuencia equivalentes a un
deseo, algunos han defendido que estos sustantivos a menudo ejercen
la función de verbo. Así, agua, puede significar: dame
agua, quiero agua, tengo sed... Lo que
justificaría su identificación como verbos.
REFLEXIÓN
Es
evidente que el lenguaje oral tiene una importancia relevante tanto
en la comunicación humana como en el desarrollo del pensamiento,
para construir nuevos conocimientos y poder interpretar la realidad.
La enseñanza de la comprensión y la expresión oral es un proceso
complejo en el que los docentes se encuentran con dificultades
relacionadas con las estrategias y los procedimientos de enseñanza.
Generalmente,
se ha considerado que la lengua oral debe trabajarse intensamente
durante las primeras etapas, ya que en esas edades la adquisición
del lenguaje es fundamental. A partir de primaria el enfoque de la
enseñanza oral va dejando paso a la lengua escrita y en cursos
superiores la práctica de ensenar lengua oral esta poco extendida
aunque su uso debe centrarse en la reflexión de los procesos de
aprendizaje.
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